martes, 27 de noviembre de 2012

Sendero Las Moraditas-Madre del Agua-Erjos-Cuevas Negras

La ruta comenzó en el pueblo de Los Silos y desde allí nos encaminarnos hacia las casas en ruinas de Las Moraditas.
En principio teníamos pensado dirigirnos hacia una galería anexa al " Barranco Cochinos", para ello, seguimos hacia la pista Madre del Agua, allí cogimos el desvío hacia la izquierda, pero no pudimos acceder porque el sendero no estaba visible, debido a que la maleza lo cubría por completo.
Por lo tanto, tuvimos que volver sobre nuestros pasos y tomamos el cruce que nos llevaría hasta el pueblo de Erjos. Esto nos supuso una pérdida de tiempo y la realización de más kilómetros.
Durante el recorrido observamos cómo la vegetación era cambiante, el color de los árboles se tornaba a amarillo-ocre, el cual lo asociamos a la estación del otoño. Pero la realidad era otra, a medida que nos íbamos acercando el olor a quemado estaba latente y nos percatamos que dicho color y olor eran debido al gran incendio acaecido en el pueblo de Erjos meses atrás.
Cuando divisamos el pueblo el corazón se nos hizo un puño, era como caminar entre cenizas. Las huertas, los árboles,...el paisaje en sí  era de color negro.
Dejamos atrás el pueblo y nos dirigimos hacia el sendero de Cuevas Negras, el cual transcurre entre cañerías de agua, casas, terrenos cultivados,...y todo ello caracterizado por unas grandes pendientes. "Todo era bajar y bajar".
Pero, a pesar de la pendiente, aprovechamos el trayecto para sacar numerosas fotos y entre ellas cabe destacar la de un majestuoso barbuzano.
Siguiendo la ruta, a mano derecha, apareció el cacerío de Cuevas Negras, cuyas casas se encontraban esparcidas en las laderas de la montaña.
En el último tramo, la pendiente se acentuó más y nos encontramos unas grandes rampas hechas de piedra con amplias curvas, lo cual nos permitió aumentar el ritmo de la marcha, que casi se convirtió en carrera. Esto provocó muchas "agujetas" en el grupo.
A medida que bajábamos por esta pendiente nos impresionó una gran pared vertical escarpada y negra que se elevaba ante nosotros como un gran murallón. Nos dejó sin palabras y a alguno se le escapó un grito de emoción por contemplar tal belleza natural.
El final del trayecto nos llevó a un pequeño puente de madera rodeado de ñameras que nos permitió cruzar el barranco, desde el cual veíamos la costa y las plataneras.
Por un momento el paisaje nos hizo olvidar  las cenizas de Erjos y reflexionar en que los descuidos nos conducen a tragedias desagradables.